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"Burning"

  • Foto del escritor: WMO
    WMO
  • 16 mar 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 may 2019

Epicentros financieros, políticos y culturales, las grandes ciudades se erigen como sinónimos de progreso; de una civilización que prospera. Sin embargo, el panorama urbano esconde entre sus entrañas los signos más evidentes de la decadencia humana. Así lo han expuesto infinidad de obras literarias y fílmicas a lo largo de la historia, siendo Burning, del coreano Lee Chang-dong, la más reciente de ellas.


Basada en un relato corto de Haruki Murakami, la película sigue a Jong-su, un joven desempleado que, por mera casualidad, se encuentra con Hae-mi, una conocida de su infancia, comenzando una intensa relación con ella. La chica, bailarina en eventos publicitarios, decide irse un par de meses a África y regresa de la mano de Ben (impecable Steven Yeun de The Walking Dead), un sonriente y adinerado hombre que despertará un inusual interés en proteger la amistad de los otros dos chicos.



Aclamada en el pasado festival de Cannes, Burning es un filme que baila entre géneros con asombrosa naturalidad. Empieza siendo un romance, con su debido triángulo amoroso, y cuando menos nos damos cuenta la trama toma un giro oscuro y se convierte en un thriller poco convencional. Chang-dong exige la participación activa de su público, pues la historia está narrada como un rompecabezas que el espectador tiene que ir armando para develar el oscuro misterio que esconde la trama, y quizá, solo quizá, pueda llegar preparado al tumultuoso final.


La fotografía de Hong Kyung-pyo es una delicada pieza certera en encuadres, profundidad y composición. Destaca, en particular, en dos planos secuencia alucinantes, uno al principio de la cinta y el otro con sonidos jazzisticos de fondo. Dos tomas que significan, una la inescapable soledad citadina y el influjo del azar, y la segunda un momento de absoluta libertad que, sin embargo, presagia el desastre.




Retomando el primer párrafo, la película entiende que la ciudad es un caldo de cultivo que perpetua la ya de por sí inherente tendencia humana a la autodestrucción. El hombre citadino moderno hereda la lucha de clases de la que hablaba Marx, y la actualiza mediante los mecanismos del deseo constante. Jong-su desea, desde el resentimiento, todo lo material y el estatus que viene con ello; Ben, al poseer ya aquello, desea sentirse vivo mediante mórbidas formas de entretenimiento. Ambos conectan por ése sentimiento de anhelo; pero también es eso lo que evita una auténtica camaradería. Las clases altas contemporáneas, lejos de mostrar desprecio explícito por los desposeídos, los utiliza como objeto de entretenimiento con el cual tomarse la selfie; como tiernas mascotas para pasar el rato.


Burning convierte un breve, y no tan destacado, relato de uno de los escritores más famosos de la actualidad en una obra notable. Encima, marca el regreso de un director brillante que, esperemos, no nos vuelva a abandonar tanto tiempo.


Calificación: 9.5/10


Por: Mike García.




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